¡Hola a todas y a todos!
Durante este breve mes, nos encargaremos de abordar una de las formas de violencia estructural que se ejerce sobre las mujeres: la división sexual del trabajo.
Hablaremos de economía feminista: hoy nos centraremos en aclarar las diferencias entre el trabajo reproductivo y el trabajo productivo, y cómo están repartidos los espacios privado y público entre mujeres y hombres.
Cuando hablamos de división sexual del trabajo, nos referimos a la forma en la cual la sociedad ha asignado tareas y responsabilidades a todos los seres humanos, en función de su sexo biológico. Es la organización social y económica más básica de la sociedad patriarcal, donde prevalece una situación de subordinación para las mujeres. Tradicionalmente, y hasta la actualidad, la división se ha producido entre el trabajo reproductivo (asignado a las mujeres, en el ámbito privado/doméstico, no reconocido y no remunerado) y el trabajo productivo (en el ámbito público, reconocido y remunerado, para los hombres).
A pesar de la incorporación de las mujeres al mercado laboral, la transición está siendo bastante lenta, y siguen estando muy presentes estos roles diferenciadores entre sexos. La mayoría de las mujeres son las que siguen asumiendo el rol reproductivo, conciliándolo con el productivo, desembocando en una doble jornada de trabajo (a veces triple), y quedando reducidos los tiempos para poder ejercer la ciudadanía en igualdad de condiciones.
Para acabar con dicha división, los hombres deben involucrarse más en las tareas de cuidados y del hogar. Para ello, los gobiernos deben implantar medidas que cambien con la estructura familiar tradicional y del mercado laboral, rompiendo con los intereses patriarcales.
Además de todo ello, cabe mencionar la existencia de trabajos que están feminizados y otros más masculinizados, debido a la interiorización de los estereotipos y roles de género.
Por ejemplo, en España los sectores feminizados, u ocupados en su mayoría por mujeres, lo encontramos en las actividades sanitarias y servicios sociales, la educación, el sector servicios y todas aquellas vinculadas al cuidado o empleadas del hogar. Todas esas profesiones, donde las mujeres están sobrerrepresentadas, están vinculadas a los cuidados. Estos trabajos tienen un alto riesgo de precariedad – sobre todo para las mujeres migrantes – lo que dará lugar a percibir una futura pensión igual de precaria.
Por otro lado, a raíz de esta división sexual del trabajo, destacamos dos conceptos los cuales el feminismo lleva décadas reivindicando: la eliminación de la brecha salarial y el techo de cristal.
El término brecha salarial se refiere a la diferencia salarial que existe entre mujeres y hombres. En general, las mujeres cobran menos que los hombres.
Hace unos años, se intentaba justificar esa diferencia usando excusas como las edades, la educación recibida, la antigüedad en la empresa, el puesto que ocupaban, tipos de contrato, jornadas, etc. Sin embargo, diversos son los estudios los que corroboran que, aún en igualdad de condiciones, las mujeres siguen recibiendo sueldos inferiores.
La brecha salarial en España hace que las mujeres trabajen gratis una media de 55 días al año, según los últimos datos de Eurostat (facilitados por UGT), siendo el segundo país de la Unión Europea donde más ha aumentado la brecha salarial, situándose en un 15,1%.
Las empresas tienen pactados Planes de Igualdad, donde deben encargarse que dicha brecha salarial no exista, promoviéndose medidas para la conciliación de los empleados y las empleadas de la empresa.
Por otro lado, la maternidad juega un papel fundamental en la desigualdad laboral. En términos generales, las empresas contratan más a hombres que a mujeres, pensando en el bajo rendimiento que éstas tendrán durante el embarazo y tras dar a luz.
Tras dar a luz, las mujeres se encuentran con diversos obstáculos que sortear: la conciliación, la posibilidad (si es que pueden permitírselo) de solicitar excedencias o reducciones de jornada o directamente buscar trabajos a tiempo parcial (incluso en estos casos, los hombres cobran una media de 700 euros más al año que las mujeres). De la conciliación y corresponsabilidad hablaremos en más profundidad la semana que viene.
Junto a toda esta situación, nos encontramos con otra: la existencia del techo de cristal. Este término se utiliza desde hace décadas, y se refiere a las dificultades con las que se encuentran las mujeres a la hora de poder acceder a puestos de alta responsabilidad y/o de toma de decisiones.
Al igual que sucede con la brecha salarial, la culpa de la existencia de dicho “techo” reside en los prejuicios o estereotipos y roles de género. A las mujeres nos ven con menores capacidades para tener grandes responsabilidades, poniendo como excusa (nuevamente) la maternidad. Irónicamente, aportando un poco de humor, a veces nos referimos al techo de cristal como el techo de hormigón, ya que a veces es imposible de “romper”.
¿Qué podemos hacer, pues, para acabar con esta situación? Debe producirse un cambio en la mentalidad de la sociedad. Educar en materia de igualdad, eliminándose toda clase de discriminación por razón de sexo. Además, es necesario romper con estos modelos de masculinidad y feminidad que nos perjudican a todas las personas, y fomentar otros modelos diferentes donde impere la igualdad de derechos y de acceso a recursos, de modo que nos permita desarrollarnos plena y libremente como seres humanos.
Hasta aquí el post de la semana, esperamos que os haya gustado. Como siempre, os invitamos a que estéis muy pendientes a nuestros contenidos en nuestras redes sociales (Instagram y LinkedIn) , donde incluiremos además a nuestras mujeres referentes de la semana.
¡Qué tengáis una buena semana! No olvidéis nuestro hashtag: #SIEMBRAELCAMBIO